Veamos, Benedicto , si sólo justificas el preservativo en el caso de las prostitutas, quizá estas buscando rebajar la cantidad de hijos de puta que hay en el mundo. Loable empeño, ya que los hijos de puta son legión, en especial entre políticos, banqueros, grupos de presión y gremios como el tuyo. Pero es imposible erradicarlos echando mano del condón.
Verás, Benedicto, el hijo de puta, lejos de lo que la semántica parecería indicar, suele tener una mamá de conducta irreprochable, un mujer virtuosa y una familia respetable. Es un hecho constatado que muchos hijos de puta son incluso de misa diaria.
¿Cómo reconocerlos pues?
Muy fácil. El hijo de puta vive del esfuerzo ajeno, casi siempre a costa del sufrimiento o la miseria de los demás. Pero sobre todo es un redomado especialista en dictar leyes que él no piensa cumplir, declarar guerras para que combatan otros, emitir dogmas de fe que jamás se aplicará a sí mismo e imponer a sus subordinados recetas económicas, sociales, jurídicas, políticas o morales que él se pasa por el forro de los huevos.
El hijo de puta se cría en entornos similares al tuyo, esto es, cobijado a la sombra del poder. Su hábitat natural es el lujo y la excelencia y, al igual que a ti, les encanta dar órdenes para que los demás obedezcan. Son poderosos y solo temen a los de su especie, esto es, a rivales que puedan ser más hijos de puta que ellos mismos.
En fin, Benedicto, he querido mostrarte quienes son los verdaderos hijos de puta a sabiendas de que no los combatirás, ni con condones ni con encíclicas. Entre bomberos no os pisáis la manguera. Pero, por favor, deja al menos en paz a los vástagos de las trabajadoras sexuales, unas criaturas deseadas y queridas en muchos casos, víctimas inocentes en otros de tanto hijoputa como aun queda suelto.