Este nuevo puritanismo de lo políticamente correcto nos está llevando al paroxismo, cuando no al esperpento.
Si no ponemos medios para evitarlo, podemos acabar en manos de estos modernos comisarios políticos quienes, en nombre de valores tan respetables como el feminismo o el cambio climático, se dedican a juzgar y sentenciar cualquier actitud que, según ellos, se aparta del dogma.
Contrarrestar a estos censores no significa oponerse a los movimientos que defienden, tal como hace la derecha más reaccionaria. Antes al contario. Pero si queremos que estos mensajes calen en amplias capas de lña sociedad, será necesario despojarlos de prejuicios y ofrecer una visión más abierta, desinhibida e integradora de ellos.
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