Créanme que me alegro.
Me alegro porque Obama es negro y mi hija es china. Su elección pulveriza muchos tópicos sobre las sutiles diferencias, aun revestidas de condescendencia, que los ciudadanos de un país occidental establecen sobre sus minoría raciales. Y como ya saben aquello de que “antes habrá un presidente negro en Estados Unidos que uno catalán en España” nada impide ya a mi niña, catalana y de rasgos marcadamente orientales, lanzarse a la carrera por la Moncloa, si es lo que decide. Torres mas altas han caído.
Me alegro tambien porque, sea quien sea el que lidere aquel inmenso país norteamericano, seguro que lo hará mejor que Georges Bush, el peor presidente en la historia de Estados Unidos. Sus desastres en la guerra, en política exterior y medioambiental, su habilidad para hundir a la economía mundial y la capacidad que ha demostrado para destrozar a su propio partido, lo acreditan para tal título.
Una nada honrosa nominación en la que están de acuerdo demócratas, republicanos y buena parte de los habitantes de este mundo globalizado.
No todos, desde luego. Hoy será un mal día -y de ello también me alegro- para José María Aznar, el último neocón.