Claro que no. Y sin embargo, hay un rasgo común que identifica a ambos personajes: su rechazo frontal al proceso de paz en Euskadi. Y la figura de Franco, si me apuran. San Gil echó mano del dictador para añorarlo y los de Peña suelen escudarse en un franquismo que para casi todos es ya historia a fin justificar su barbarie.
Entiéndanme, no pretendo ser equidistante, ni situar a María San Gil a la altura de los terroristas. Para nada. ETA mata y la presidenta del PP puede ser asesinada, como tantos otros militantes, por el mero hecho de representar una opción política democrática. No se me olvida. Pero gestos aun tan simbólicos como la retirada de escena de estos personajes deberían recordarnos que, por muchas dimisiones ue haya o por muchas cúpulas que se desmantelen, el final de ETA solo será posible mediante un diálogo en que todos los actores implicados tengan suficiente altitud de miras para trabajar en busca de una paz definitiva.
Y ahí, aunque ahora no esté de moda, afirmo más que nunca que “en mi nombre sí”.
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