Las declaraciones de un cargo ministerial marroquí, preguntado por el Siglo de las Luces sobre este asunto, no dejan lugar a dudas:
“¡Que si queden con Seuta, con Melilla, con los putos caladeros di pesca y con el jodido Sáhara! ¡Nos hasemos cristianos si quieren!. Cualquier cosa antes de que esa siñora nos abra un túnel ferroviario”.
Y es que aunque desde la península se interprete la cancelación de este viaje como una pataleta de Hassan II por la visita de Juan Carlos a Ceuta y Melilla, lo cierto es que en Marruecos están acojonados con la ministra. Los entiendo.
Magdalena Álvarez es capaz de enterrar a todo el reino alauíta bajo los mares, cual si de la Antártida se tratara. Y no crean que la ministra dimitiría por borrar del mapa al país entero. Aún echaría la culpa a esa casta de desagradecidos moros que, con sus quejas, sólo quieren arruinar su carrera política.
Claro que a la titular de Fomento también le sobran cualidades para hundir bajo un socavón el peñón si las obras empiezan cerca del estrecho y resolver de un plumazo –barrenazo más bien- el problema de Gibraltar.
En resumen, los marroquíes aun están a tiempo de evitar esa hecatombe.
Los catalanes, por desgracia, ya no. Así nos va.
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