Quizá la mayor ignonimia del Partido Popular no haya sido su deslealtad manifiesta con el gobierno ante el proceso de paz. Ni siquiera el haberlo torpedeado en base a toda clase de mentiras. No. Su actuación más miserable ha consistido en instalar en el imaginario de sus simpatizantes –y por tanto de buena parte de los españoles- la idea de que este gobierno y los partidos que lo integran o afines, son amigos de los terroristas. Por tanto, será a ellos, nacionalistas e izquierda en general a quienes se responsabilizará de cualquier actuación de la banda. Incluidos los asesinatos.
Esta es la gran diferencia respecto a etapas anteriores. Hemos pasado cuarenta años llorando a nuestros muertos por ETA, teniendo claro que los únicos responsables eran los terroristas. A partir de ahora, en cuanto caiga la siguiente víctima, den por seguro que el Partido Popular culpabilizará de forma directa a Zapatero.
Por tanto, ETA tiene al alcance de su gatillo la posibilidad de tumbar un gobierno. Y haciendo lo que más le gusta: matar. Los Populares solo necesitan esperar, poner rostro al primer asesinado por ETA tras el alto el fuego y capitalizar su indignación. Hoy por hoy, no hay ejecutivo que resista tal presión y el de Zapatero menos.
Lo más monstruoso de todo es que, en este contexto tan viciado, lo único que puede dar al traste con los planes del PP es que, en la macabra lotería de ETA, el primer muerto sea alguien vinculado al PSOE o al PNV, una víctima de cuya figura los Populares no puedan apropiarse en exclusiva.
Algo que, les aseguro, no me consuela en absoluto.
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