Y es que, según leo en El Periódico:
…”Los asalariados españoles declararon el doble de ingresos que los empresarios en el IRPF de 2004. En concreto, mientras la media de las rentas por trabajo de los empleados fue de 18.214 €, la de los patronos se situó en 9380”
9380 € brutos, amigas y amigos, lo que dividido por catorce pagas arroja… ¡670 euros al mes antes de impuestos!
Ahora entiendo eso de que para ser un buen empresario hay que saber mucho de números. Porque díganme a mí cómo se puede sufragar con apenas 100.000 pesetas el piso en la zona alta, la filipina, el cochazo, el otro cochazo, el chalecito, el picadero y además pagar las vacaciones en el Caribe, las universidades extranjeras de los niños, mantener el yate y satisfacer las cuotas del club de golf.
Desde luego hay que tener un genio especial para conseguir tanto con tan poco; sobre todo si comparamos con lo manirroto de la clase trabajadora quien, pese a cobrar 3,4, 5 y hasta 10 veces más que la patronal –pues en una familia obrera tienden a trabajar todos por pura avaricia- apenas puede acometer modestas viviendas en barrios periféricos con hipotecas a 50 años, utilitarios a plazos en los que apenas caben... ¡Y sus privilegiados miembros aún exigen educación y sanidad pública porque no les lega el dinero!
En fin, mientras una parte de mi cerebro está ya urdiendo una campaña de solidaridad para esta pobre gente, la otra, la menos cándida, se pregunta si sobre este magma de inmoralidad consentida y aceptada, queda algo de espacio para la justicia social.
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