Siempre he sido un firme defensor de la libertad de cualquiera a casarse –o no- con independencia de su inclinación sexual. Sin embargo, el tema de la adopción me abre una serie de interrogantes, agudizados por mi propia condición de padre adoptante. El origen de mis dudas es:Un niño adoptado, sobre todo si es de una raza diferente a la nuestra, se enfrentará en cuanto tenga conocimiento a varias revelaciones muy traumáticas:
que sus papás lo son a nivel legal, peo que no lo parieron, que tiene unos padres y una historia de abandono anterior; que ante el espejo es diferente no solo a sus amigos y compañeros, sino a su propia familia; Y que la sociedad en la que crecerá puede ser muy cruel ante esas diferencias. Piensen que
son cargas durísimas para la mente aún no formada de un niño pequeño, quien las asume con no pocas tensiones. Tanto hay rechazo a su propia condición –consideran una putada ser de otra raza y una lacra el término “adoptado”- como un sobreesfuerzo por demostrarse y demostrar que son iguales a cualquiera. En ese sentido, la familia juega un papel crucial. Pues bien, si a todos estos handicaps sumamos
el descubrimiento de que sus padres tampoco son como la mayoría, y que esa diferencia suscita rechazo, cuando no burlas crueles en una parte de nuestra sociedad, realmente el crío necesitará un carácter de hierro para que la suma de todos estos factores no le afecten.
Entendámonos.
Sé que unos padres homosexuales querrán tanto a su criatura como el que más. Comparto también su anhelo como pareja de tener un hijo común. Y que los niños corresponderán a todo ese cariño. Pero por desgracia
vivimos en un mundo imperfecto, cada vez más intolerante. Y como
los únicos derechos que cabe garantizar en una adopción son los del niño, entiendo que, hasta que no evolucionemos un poco, una pareja “standard” resulte menos problemática.
¿La solución? Como siempre una difícil tesitura.
O evitamos las adopciones homosexuales por el bien de los niños, lo que supondría un éxito de los intolerantes, o las apoyamos de forma decidida, sabiendo que en este ejercicio reivindicativo los niños tienen muchos puntos de no llevar la mejor parte.
¿ustedes qué opinan?
Pd: Dedico este post a Mercé de
“opiniones” en cuya bitácora
inicié este tema, y a
Patxi, que me animó a escribir sobre un tema que me afecta de manera especial.
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