Un certamen al que, desde luego, no pienso ir.
¿por qué? Porque niego al gobierno de Aragón toda credibilidad, cuando ellos mismos evidencian un aldeanismo caciquil a la hora de gestionar sus propios recursos hídricos.
Por una parte no comprendo cómo una ciudad, una comunidad autónoma o un país puede arrogarse derechos exclusivos sobre un río cuando el agua es un bien universal. Quizá sería entendible en el caso de caudales que nazcan y mueran sin salir de la zona - con muchos peros- pero resulta inacecptable en un territorio por el que sólo fluye.
Pero lo que tampoco me cabe en la cabeza es que tanto a los regantes que tienen agua -delta del Ebro- como a los que no la tienen- Cuenca del Júcar y el Segura- se les permita derrocharla de forma obscena en técnicas tan obsoletas e insostenibles como el riego por inundación.
El problema pues, es doble. Por una parte el caciquismo arrogante de los que blindan los derechos del agua -ya sea suya o ajena- y por otra, el mal uso que en ocasiones hacen los que la reciben o la esperan.
Sumen a esto la politización del tema, que ha simplificado este asunto en una cuestión tan absurda como “si estás a favor del trasvase, eres del de derechas; no lo estás, de izquierdas”. Una ridícula dicotomía que se rompió cuando el Tripartit tuvo que comerse sus palabras y forzar una obra de trasvase en la que el sentido común tuvo que saltar, con las más grotescas contradicciones, por encima del ideario.
Eso sí, en cuanto ha llovido y a fin de restaurar posiciones ideológicas, se ha anulado no la captación sino la obra en sí. Una nueva necedad que además saldrá de nuestros bolsillos ya que las empresas adjudicatarias cobrarán las penalizaciones por la rescisión de sus contratos. O sea, que pagamos las obras de interconexión pero sin hacerla. Cojonudo, vamos.
Resumiendo ¿Esta peña es la que pretende enseñarnos a gestionar el agua? ¡Venga ya!