Estos días asistimos a un verdadero aluvión de crímenes a mujeres por parte de sus parejas, antiguas o actuales. La mayoría tienen un origen de tipo pasional y repiten esquemas de conducta que, aunque rechazados, siguen instalados en el imaginario masculino.Seamos sinceros. Salvo honrosas excepciones,
a nadie le gusta que le pongan los cuernos. En nuestra cultura infidelidad es sinónimo de engaño, decepción, y desencanto. Pero
solo los hombres suelen asesinar a quien osa coronar su testa. Y es que a estos sentimientos añaden otros como el orgullo, el deshonor o la “hombría”, no por despreciables menos patentes.
La música popular da buena medida de lo arraigadas que aún están estas monstruosas prácticas entre nosotros. En el post anterior pudieron escuchar aquello de “
Y si vuelvo a nacer, yo los vuelvo a matar”, pero el catálogo es mucho más amplio.
Un
Loquillo, despechado añadía al asesinato un punto de necrofilia morbosa:
“Por favor, solo quiero matarla a punta de navaja, besándola hasta el final”.Los Chichos tampoco se andan por las ramas: En
no sé porqué nos sueltan que “
A Esa calís yo la maré porque no supo serme fiel” o “
Escóndete en un rincón, mala ruina tenga tu amor, que como yo te niquele te maro sin compasión”. Ya imaginan lo que es “
marar”.
¿Quieren más? Una canción de Los
Tigres el Norte relata como un “machote” se juega a su señora al poker y pierde. Hombre de palabra, el tipo primero mata a la mujer y luego la entrega a su nuevo "dueño".
Frente a estos modelos de brutalidad socialmente admitida,
otras propuestas ofrecen alternativas más civilizadas al tema de los cuernos. Así,
Pablo Milanés tiene claro que “
la prefiero compartida antes que vaciar mi vida” mientras
Luís Eduardo Aute advierte que “
Una de dos; o me llevo a esa mujer o entre los tres nos organizamos, si puede ser.”
En fin, vivimos en una sociedad que destila aún machismo y en la que será muy difícil eliminar determinadas actitudes. Solo lo lograremos a base de
educación y medidas judiciales, lo que
exige un tiempo que, por desgracia,
no tienen las víctimas.
Entretanto, un consejo a los agresores:
en lugar de asesinar a la pareja y luego suicidarse, inviertan el orden de las acciones. Es más de “machos”.