Günter Grass confiesa que sirvió en las Waffen SS durante la II guerra mundial.¿Han visto ustedes “El tambor de Hojalata”, la famosa adaptación cinematográfica del libro de Grass? Confieso que sí. Asistí a su estreno.
Y, aunque cause cierto rubor confesarlo, no me movió hasta el cine ningún impulso intelectual, sino el bulo que corría por ahí de que
en el filme se veía a gente follando. Llámenme primario, si quieren, o “salido”, pero la edad y la época te pedían este tipo de espectáculos.
Huelga decir que la película me pareció una mierda y las escasas escenas de sexo no compensaron tamaño aburrimiento. A partir de aquel día, además, odié profundamente al insoportable niño del tambor.
Pero lo más tremendo es que al documentarme de cara a este artículo acabo de descubrir que, cuando me acerqué por vez primera y de forma tan patética a la obra del futuro premio Nóbel, no tenía los trece o catorce años que podrían disculparme.
Como mínimo había cumplido los 18.Günter Grass solo tenía 15 años cuando fue alistado de forma obligatoria y 17 cuando ingresó en las SS, casi al final de la contienda –no fue muy listo, desde luego-.
Es injusto valorar la actitud de una persona por actos que cometió en plena adolescencia y en un contexto tan complicado como una guerra que, en ese momento, comenzaba a perder su país. Günter Grass ha dado suficientes muestras, a través de su obra, del compromiso que ha mantenido contra los totalitarismos.
Yo, sin embargo, creo que
no he cambiado tanto. Sigo igual de primario.
Eso sí, no suelo anunciar mis miserias personales tres semanas antes de poner a la venta mis memorias