La única vez que coincidí con Joan Baptista Humet no fue en un concierto, ni en una velada cultural al uso. En concreto me percaté de su presencia entre los “uaaaiii”, “oiioooo”, "crash” y “guauooo” que Bruce Lee lanzaba a mansalva mientras le metía la del pulpo a un jovencísimo Chuck Norris en “El furor del dragón”. Joan Baptista estaba sentado a mi lado y cuando se levantó del cine creí adivinar, a través de aquellos poderosos ojos brillantes, que el cantautor había disfrutado como un niño.
Pero ni el dragón más furioso puede con la locura de la Parca. En el día de su fallecimiento, más allá de nuestra afición al kung fu, mi recuerdo viaja hacia esas perlas de canciones que Joan Baptista nos ha legado y que jamás deberían perderse.
Les dejo con “terciopelo ardiente”, un tema que todavía me estremece. Presten atención a los preciosistas artificios musicales de Josep María Bardagí, otro de los grandes ya fallecido, con su sutil juego de guitarras, acústicas y eléctricas, balanceándose entre los arreglos de cuerda.
Descansa en paz, Joan Baptista. Vas a conocer a Bruce Lee. Y Clara, aquella muchacha abandonada en otra soledad, perderá ese mar de miedo en la mirada. Tendrá a su padre al lado.
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