Así, con cara de gilipollas y barreño en mano, viendo cómo la joya de mi jardín expiraba ante mis ojos y los pajarillos que anidaban entre sus ramas caían muertos a mis -culpables- pies, recuerdo que pensé:
“¡Y eso que no me he lavado el sobaco!”
Pues bien, acabo de enterarme de que en Barcelona beberemos agua de boca reutilizada para su nuevo consumo humano. O sea la que proviene de grifos, duchas, picas y la mismísima taza del váter, con todo su contenido.
Tras conocer la noticia pensé en dirigirme a las autoridades a fin que me pusieran en cuarentena. Todo antes de cargar en mi conciencia con la autoría de un envenenamiento masivo. Mi familia, huelga decirlo, estaba de acuerdo en que me entregara.
Claro que tras leer más sobre el asunto, me he tranquilizado. A fin de cuentas, el agua procedente del consumo humano está infinitamente menos contaminada que la que se capta de los ríos -la cual llega a las depuradoras cargada de toda suerte de bichos, residuos químicos...- y la bebemos cada día sin morirnos. Así que quitarle algunas toneladas de nuestra propia mierda no debe ser tan complicado.
Incluso tiene su gracia saber que parte de mí acabará en sus paladares, de la misma forma que en mi ser se funidirá la esencia de ustedes. ¡Esto es hermandad, coño!
Eso sí, un ruego. Controlen bien lo que tiran por la cisterna a partir de ahora. No me gustaría acabar como el tipo de la foto.
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