El gráfico adjunto muestra la pérdida de posiciones de la izquierda en el parlamento español. Un repliegue que se evidencia en dos frentes. El primero nominal, ya que cede cuatro diputados. Y el segundo cualitativo, ya que serán menos partidos y, salvo el PSOE que gana y BNG o NBAI que empatan, peor representados en el congreso.
Las conclusiones, amigos míos, no son buenas. Señalaré dos.
La primera es que el mensaje crispador, sectáreo y xenófobo del PP no le ha hecho perder ni un solo voto, antes bien al contrario.
La segunda tiene que ver con el voto útil. Y es que mientras la izquierda aparece fragmentada en diferentes partidos, cuyas sensibilidades sociales y/o territoriales hacen inconcebible -por mera higiene democrática- un voto unitario progresista, el PP Sí aglutina en su seno a la práctica totalidad de la derecha.
Vivimos pues en un bipartidismo asimétrico que beneficia de forma clara a los Populares, unidos en un férreo bloque en el que todos sus votos son útiles. Si el PSOE hubiera hecho suyos los votantes de Izquierda Unida no hubiera recibido 2 sino 14 diputados más, asegurando la mayoría absoluta; los mismos representantes que hubiera obtenido Llamazares con otro sistema de cómputo de votos.
Por tanto, la alternativa es: O cambiar la Ley Electoral, lo cual sacrificaría a los partidos de ámbito autonómico, o abrazar sin fisuras un bipartidismo real que evite la dispersión de los electores de izquierda.
Dando por hecho que lo primero es casi implanteable -y no sé si deseable- y lo segundo decididamente imposible, me temo que nos quedaremos igual que estábamos.
Eso sí, la Zurra a Rajoy no hay quien se la quite.
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