O “¿que hace un sindicalista como tú en un sitio como éste?”Mi viaje relámpago de ayer a Madrid tuvo como marco central un conocido restaurante, diseñado para ofrecer tranquilos almuerzos de empresa: lujo de corte clásico, amplia distancia entre mesas, un servicio tan atento como discreto y
una carta de especialidades hight-cost cocinadas sin concesiones a la modernidad. Uno de esos sitios en que la cuenta, casi siempre abultada, suele acabar grapada a una hoja de gastos.
Pues bien,
cual no sería mi sorpresa al ver aparecer en aquel reducto del capitalismo a un conocidísimo dirigente sindical, de esos que tienen guiñol y todo, en compañía de dos colegas. Y no crean que el tipo había acudido a inspeccionar las condiciones laborales de los empleados. Tampoco parecía que lo hubiera invitado nadie, ni que el almuerzo sirviera como marco a ninguna reunión. Que va, el hombre se movía por allá como pez en el agua, saludando a unos otros, y
sin otra pretensión que dar buena cuenta de las excelentes viandas del local.
Mi anfitrión, un veterano empresario, con una sonrisa sarcástica y voz suave me dijo:
“Para que veas como se las gastan los dirigentes de los sindicatos”.Huelga decir que aquella imagen me escandalizó.
No es que vaya uno a creer que un líder sindical tenga entre sus obligaciones acudir cada día al trabajo con la tartera o el bocadillo de sardinas, ni destrozarse el colesterol en los mismos tugurios que sus sindicados.
Pero entre la tasca de tinto con casera y los cubiertos de plata, media un abismo; el mismo que separa el mono de trabajo y las corbatas de fina seda. Y aunque resulte más agradable limpiarse los morros con un una servilleta de hilo que con una de papel,
este hombre debería recordarse cada día cual es su papel, quien le paga y sobre todo a quien se debe. Tanto en hechos como en actos.
Dicen que la mujer del César no solo ha de ser virtuosa sino parecerlo. Yo añadiría otro refrán: El hábito no siempre hace al monje. Y es que ayer,
bajo el traje de uno de esos supuestos ejecutivos, lloró un carnet con más de 15 años de afiliación a su sindicato. Su propietario, por cierto, tiene un blog.
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