Por tanto, cuando los extremistas toman las riendas un proceso aumentan mucho las posibilidades de éxito, ya que siempre contarán con el apoyo de los moderados, cosa que no ocurre al revés.
En el PP conocen muy bien esta teoría. Tanto que cuando ETA movió ficha del año pasado, los populares no dudaron en abandonar las filas de la moderación y atrincherase en la otra esquina. Todo por no aparecer como simples comparsas del PSOE. De hecho tuvieron que crear un espacio político nuevo ya que, hasta ese momento, solo se oponían radicalmente al proceso de paz con ETA algunas asociaciones de víctimas -comprensible- y otros grupúsculos sin apenas peso político.
Y es que por radical que ahora sea su discurso –“rendición en mi nombre no”, “España no se vende”- los populares andan convencidos de que, desde el Gobierno, estarían en condiciones de culminar el proceso de paz cuyo éxito han hurtado al PSOE. Y no les falta razón, por perversa que sea esta teoría. Como se señala arriba, en un escenario de negociación, el resto de partidos apoyará siempre el final de la violencia.
Pero esta maniobra tan desleal del Partido Popular la vamos a pagar muy cara.
Primero, porque nada garantiza que ganen las elecciones. Y si no lo hacen, seguirán boicoteando cualquier intento del resto de formaciones por acabar con ETA.
Segundo porque, aunque accedan al poder, tendrán que dejar pasar algún tiempo -años- para enfriar a su propia militancia antes de dedicarse a hacer lo contrario de lo que ahora dicen: negociar. En ambos casos tenemos ETA para rato
Huelga decir que la gran beneficiaria es la banda terrorista, quien ya sabe que dispone de un amplio horizonte de maniobra. Algo que ni sospechaba al declarar el alto el fuego.
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