Hay quien cree ver paralelismos entre la situación actual y la de los años 95 y 96, cuando una presión brutal de los populares y sus satélites mediáticos lograron arrancar a los socialistas de la Moncloa. Sin embargo, existen más diferencias que similitudes entre ambos períodos.
El PSOE llegaba a 1996 salpicado por multitud de escándalos reales de corrupción, deslegitimado por su participación en el GAL y profundamente dividido por luchas internas. Era un animal herido sin apenas capacidad de maniobra. Sus rivales estaban entusiasmados, sabedores de que bastaba un último empujón para acabar de derribar el viejo tótem. Y así sucedió pese a que, contra todo pronóstico, Aznar ganó por apenas 300.000 votos.
La situación en 2007 es muy distinta. El PP carece de apoyos de otros partidos, la valoración de Rajoy es pésima y las encuestas siguen sin sonreír a los populares. Los esfuerzos por convertir el 11-M en un escándalo no han dado sus frutos y, en la calle, sus movilizaciones no atraen más que a los más radicales de los ya convencidos.
En 1996 los populares se dieron por satisfechos porque ganaron. Fueron felices y levantaron el pie del acelerador de la tensión. En 2007 son sabedores de que por mucho que “calienten” la vida política de este país, nada les garantiza el éxito. Pues bien:
¿Qué harán si pierden? ¿O si -peor aún- ganan pero no logran formar gobierno por falta de apoyos? ¿Sabrán tragarse su frustración para asumir la derrota o persistirán en su política de permanente crispación?
Y sobre todo ¿Podrán aguantarán cuatro años más en la oposción?
[tags]PSOE,PP,elecciones,ETA,manifestación[/tags]