Y lo peor es que tienen poder para hacerlo. Hechos como éste hacen pensar si realmente vivimos en un estado democrático o en una suerte de dictadura judicial. Si es así, exijo mi derecho a elegir a estos representantes mediante unas elecciones generales.
No crean que soy tan ingenuo como para ignorar el mensaje brutal que implica esta petición. Significa ni más ni menos dar por muerta la idea de una justicia imparcial. Pero dudo que a estas alturas alguien siga creyendo aún en ese concepto. Y menos los jueces y magistrados. Por tanto, siendo pragmáticos, no me parece tan descabellado que sea el pueblo quien elija a los puestos clave del Poder Judicial y quien pueda ponerlos de patitas en la calle.
En listas abiertas, cerradas, agrupados en siglas o “por libre”, independientes o mostrando sus afinidades ideológicas, me da igual. Pero de alguna forma hay que romper el corporativismo, el clientelismo y la arbitrariedad que reina en este colectivo.
O estos tipos acaban con nuestra democracia. A algunos ya les gustaría.
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