El adiós de la Signora.Se veía venir. Al final, “la cosa”, como ella misma denominaba al cáncer con el que ha convivido durante muchos años, se la ha llevado por delante.
Con Oriana se va un estilo de periodismo que ha marcado a varias generaciones de entrevistadores y corresponsales de guerra:
Carmen Sarmiento,
Arturo Pérez Reverte o
Alfonso Rojo, por citar solo algunos, han sido eternos aprendices de la reportera más influyente de los últimos cuarenta años.
Atrás quedan sus crónicas de Vietnam, sus entrevistas con
Fidel Castro,
Mohammed Alí o el Ayatollah
JomeiniTambién deja una serie de libros memorables, alguno de los cuales como
Insallah siguen siendo una lectura obligada para entender tanto Oriente Medio como la condición humana.
Pero sobre todo se nos va un pensamiento libre, políticamente incorrecto, abiertamente provocador, comprometido, radical incluso, pero siempre tamizado por su sentido del humor y una ternura que ella misma se encargaba de esconder.
Es curioso. Tras ser elevada a la categoría de mito, en los últimos años ha sido vilipendiada de forma injusta por hacer lo que siempre ha hecho, esto es, decir lo que piensa.
No voy a hablar de la opinión que me merecen sus últimas obras. Estoy en desacuerdo con algunas de sus tesis y me sumo abiertamente a otras. Pero respeto su valentía de enfrentarse a todo y todos a la hora de denunciar al Islam, en unos tiempos en que es difícil encontrar gente que hable claro, de corazón, y desde la independencia que da ni depender ni defender los intereses de nada ni de nadie. Algo muy raro en el periodismo actual.
En fin, se fue la Signora y lo ha hecho luchando. Recuerdo que ya desahuciada aun sostenía que le sobraban fuerzas para seguir con su lucha y que todavía enterraría a algunos de los que querrían verla muerta.
Y en efecto. Aunque solo fuera por televisión pudo asistir a los funerales de
Arafat, una de sus bestias negras.
Si se encuentran en el cielo ¿Tendrán que separarlos de nuevo para que no la emprendan a puñetazos?
Descansa en paz, Oriana.