¡Sí señor!.
Por una vez tengo que dar la razón a los discípulos del Profeta.
Ellos sí han sabido ver a tiempo lo pernicioso, corrosivo y devastador que puede ser para la indefensa población civil la exposición continuada a un bodrio de semejantes características.
Nada de carne trémula, fuera gorgroritos insidiosos, adiós al colegueo fácil, destierro total a la música facilona, cerrojazo a tanta patética coreografía.
Desde luego, si por mí fuera prohibiría tambien ese tipo de espectáculos. Incluso obligaría a Chenoas, Rosas, Bisbales y demás especies a ocultarse bajo el burka.
El problema es que, por más que me sorprenda, a mucha gente le gusta este tipo de programas. Y si yo no quiero contaminarme con ellos... ¡Es tan sencillo apretar el botón y cambiar de canal!
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