jueves, 4 de mayo de 2006

Soldadito de Bolivia

... Y en eso llegó Morales
... y armó la revolusión.

Como tantos muchachos de mi generación, parte de mi juventud trascurrió intentando que me gustara Quilapayún, Inti Illimani, Víctor Jara o el clan de los Parra. Y es que en aquella España apenas democrática de la segunda mitad de los setenta, si no mostrabas suficiente veneración por la músca de cantautores comprometidos, con especial mirada a Sudamérica, eras considerado o un facha o un tonto sin conciencia política. Ninguna de esas etiquetas te beneficiaba a la hora de ligar, que era lo que la edad te pedía, por lo que había que hacer de tripas corazón y no parar hasta saberse de memoria te recuerdo Amanda o Puerto Mon.

Por más que te tocara los cojones tanta flauta.

Pues bien, cuando ya creía que aquellos mensajes de machete en mano y voces de gigante estaban muertos y bien enterrados, aparece en Bolivia Evo Morales y vuelve a poner de moda las chompas de alpaca, las flautas de pan y las expropiaciones de los recursos energéticos.

No ha sido el primero en llegar a la escena. Existía el precedente de Hugo Chavez, pero nunca me he fiado de ese tipo. El presidente de Venezuela se parece demasiado a Jesús Gil, sus orejas son idénticas. En cuanto a Fidel Castro, abuelo primigenio de la revolución, vive desde hace demasiado tiempo ejerciendo su papel de referente de un marxismo que ya no existe mientras Cuba se cae a trozos. Entretanto el subcomandante Marcos va a su bola.

Morales es más auténtico. Es joven, es aymara y cocalero. Pero lo mejor de todo es que ha reabierto el debate de la Globalización, birlándole la cartera a Lula, quien observa atónito como los intereses de Brasil en Bolivia peligran, obligándole a alinearse junto a las potencias occidentales.

Más allá de simpatías solidarias, dudo que la nacionalización aporte más bienestar a los bolivianos, una población con un índice de pobreza superior al 66%. No porque el método sea malo, sino porque no sabrán, no querrán, no podrán o no les dejarán llevarlo a cabo. Ojalá me equivoque pues la otra fórmula, la del control de los recursos por parte de las multinacionales extranjeras, no ha traído más que miseria al país.

Gracias a Evo -quien no se si habrá perdonado a sus papás por semejante nombre- el Che Guevara parece más actual que nunca y hasta los propios Quilapayún afinan hoy las guitarras con impaciencia para un nuevo asalto a nuestras conciencias.

Dios nos coja confesados.

¿Abro la muralla?

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