domingo, 6 de abril de 2008

Madrid (I)

madrid3.jpgEstos últimos días he encontrado dos estupendos artículos, uno de Maripuchi y otro de Gracchus, sobre la capital de España. Créanme si les digo que su lectura ha destapado viejos recuerdos y algunas reflexiones algo más contemporáneas que, con su permiso, me gustaría compartir con ustedes.

Ante todo, deberían conocer mi relación con esa urbe.

Viví en Madrid cerca de año y medio, entre 1982 y 1984, no por gusto, sino porque el estado reservó una taquilla a mi nombre en un cuartel de aquella ciudad, a la que llegué tras un ensayo previo de dos meses en Cartagena.

Dirán ustedes: eso no es vivir, es subsistir. Y no les falta parte de razón. Pero mi milicia, asaz atípica, me permitió un conocimiento profundo de la villa y corte. No me imaginen pues rapado y trocando mis ropas de militar por las de paisano en un cuartucho infecto de cualquier sucio bar. Véanme mejor con el pelo más bien largo –sin estridencias- vestido de calle con cierta elegancia y conduciendo coches que podrían parecer hasta de lujo en la época, con matrícula civil y gasolina ilimitada por gentileza del estado. En el bolsillo, un pase que me permitía entrar o salir del cuartel a la hora que me apetecía y sólo si me apetecía.

Un chollo con una pequeña contrapartida: cada día me jugaba la vida.

Fueron años convulsos. La “movida” estaba en plena ebullición, El PSOE acababa de acceder al poder, el Papa nos había visitado por primera vez, Tierno era alcalde, ETA afinaba con precisión extrema el tiro al militar y la capital era un enjambre de conspiraciones.

De aquel tiempo proviene mi cariño al Madrid Viejo, mi adoración al Prado, mi afición a las novelas de espías y mi gusto por la metamorfosis polivalente, dado que era una persona distinta según me encontrara en Malasaña, en el cuartel, admirando “el jardín de las delicias” o en las terracitas de la Castellana y Diego de León.

Entretanto, acumulaba impresiones.

Tras aquel período he continuado yendo a Madrid de manera algo más furtiva. Viajes de trabajo marcados por la ida y vuelta del puente aéreo, o con prolongaciones de algunos días cuando logro estirar el motivo de la visita hasta el fin de semana.

En este tiempo la ciudad ha cambiado mucho. Tanto, que sigue siendo la misma. Y desde luego, aquellas impresiones que recabé hace más de veinte años sobre Madrid y los madrileños se han ido confirmando y continúan de plena vigencia.

¿Quieren conocerlas? Será en un próximo post. Ya saben, sigo firme al juramento de no exceder un número máximo de líneas por artículo. Así que hasta ahora.
[tags]Madrid,Tierno Galvan,movida,mili[/tags]

7 comentarios:

  1. Yo, para preparar mi intervencion, me voy a madrizzz el fin de semana!!

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  2. Pues la siguiente tambien marcho yo para aquellas tierras, así que ¡Tiembla, Esperanza!

    Viajo en avión, que conste.

    De momento, por más que hayamos ampliado el metro en Barcelona -me refiero al AVE, claro- prefiero volar.

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  3. Elegiste un buen momento para conocer Madrid, sí señor...

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  4. No lo elegí yo, Javier, sino el ministerio de Defensa ¿O era aún el de la guerra?

    Pero sí, era un momento especialmente convulso. Aquí donde me ves, me "pillaron" para el desfile de honor ante el Papa -cuyos helicópteros pernoctaban en el cuartel, cosa que el pontífice agradeció celebrando ahí una misa privada a la que solo asistieron militares de alta graduación, cosa que muy poca gente sabe- y primer gobierno socialista.

    Pero vamos, más que mis batallitas de la mili -ahuyentaría a mis visitantes- lo que haré en mi próxima entrega es hablar de la capital y sus gentes, dando por sentado lo impreciso que es abordar siempre un tema así.

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  5. ¿Será en la 2ª parte donde hables del olor a azufre de los madrileños y de lo malos-malísimos centralistas que somos? ;-)
    Saludos

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  6. Nooooo !!!

    Primero, porque de corazón no lo creo. Me unen muchas cosas con la capital. Amigo, familia, buena parte de la familia de mi mujer...)

    Segundo porque, como he explicado más arriba, dentro de unos días voy a estar por ahí y no quiero que me cruecen la cara (nunca sabes quien te lee)

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