jueves, 7 de diciembre de 2006

Un avión que cubre la línea de Washington a Dallas efectúa un aterrizaje forzoso tras un ataque de flatulencia de una pasajera

fabada.jpg.jpg¡Imaginen cómo tendrían que ser los cuescos para que el comandante se viera obligado a dejarla en tierra!

Las azafatas desmayadas, los cristales empañados, el aparato dando bandazos ante cada nueva explosión de gases y los pasajeros pidiendo a gritos que liberen las mascarillas de oxígeno.

Y lo más jodido es que, por estrictas que sean las normas de seguridad de los aeropuertos, ante eso no hay scanner ni cacheo que sirva. Basta zamparse tres botes de fabada un par de horitas antes. Y el terrorista puede ser cualquiera; usted, yo, aquel simpático bebé, el atildado hombre de negocios, aquella parejita de jubilados…

Aunque, bien pensado, como hoy día ya te obligan a quitarte el cinturón antes de embarcar, tampoco costaría mucho bajarse los pantalones y soltar una muestra ante las narices del oficial encargado, para que éste evalúe si el aroma entra o no dentro de los cánones de tolerancia olfativa comúnmente aceptados.

Claro que este titular mueve a engaño. Si leemos con atención la noticia, sabremos que el avión aterrizó de emergencia al percibir no olor a mierda sino a fósforos quemados. Y es que la inconsciente señora, para intentar disimular el hedor, no tuvo por más que encender unas cerillas, a ver si así despistaba. No explotaron de milagro.

El caso es que al final tuvo que intervenir hasta el FBI, quien desenmascaró a la pedorra y le prohibió volver a subir al aparato, dejándola tirada en Nashville. Desconocemos como pudo llegar hasta su destino en Dallas, pues imaginamos que ni autobuses, ni trenes se atreverían a acogerla.

Si tienen previsto visitar la casa de Elvis en estos días de puente y ven una señora haciendo autostop… ¡Yo de ustedes no lo haría, forasteros!

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