Berlusconi achaca la derrota a conspiraciones contra su persona y fraudes electorales
¿A qué les suena?
Muchos son los paralelismos de Berlusconi con Aznar. Pero hoy me gustaría ceñirme a las diferencias. Por fortuna para nosotros el ex-presidente español no canta, ni gusta de ser fotografiado en pelota picada, ni pone cuernos a sus homólogos en fotos institucionales. Además, Berlusconi sonríe hasta cuando insulta y Aznar, por el contrario, siempre luce el gesto mohino, encarnado en un rictus de cabreo perpetuo. No, el presidente saliente de Italia me recuarda más bien al fallecido -y en estos días tan de actualidad- Jesús Gil y Gil.
Ambos entendieron la política como un negocio personal a beneficio de sus propias empresas, vulgo sus propios bolsillos. Ambos crearon futiles ideologías, siempre cercanas a la extrema derecha, patinadas de populismo. Ambos untaron a personas e instituciones para conseguir sus objetivos y, en fín, los dos usaron de la función pública para blindarse ante sus graves problemas con la justicia. Por cierto, los dos presidieron sendos equipos de fútbol.
Quizá si Jesús Gil hubiera sido algo más esbelto, más guapo y menos macarra hubiera progresado en la política nacional. No lo creo. Ya se intentó con mario Conde y la operación fracasó antes de ser puesta en marcha. En España las cosas funcionan de otra forma. Algunos señores de esos que leen el ABC prefieren tener en el poder a oscuros funcionarios dóciles que a incontrolables líderes populistas, para desgracia para Losantos.
Y por suerte para nosotros, pese a todo.
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