¡Pobre Luis María!
Y es que, cegado por tu amor de padre, te has negado a ver lo que para todos era palpable.
Asúmelo, Luis María, tu niña era un pendón, más fea que Picio, mentía más que hablaba, era insidiosa, pactaba con cualquiera por cuatro duros y se metía en la cama con el primero que pasara a su lado con una orden de publicidad bajo el brazo.
Y ahora, despues de aguantar tantos disgustos en soledad... ¡La muy zorra va y se casa con un catalán!
¡ Ábranse los mares, caigan de nuevo las siete plagas, brame cielo y tierra ! ¿¡Como es posible tamaña afrenta!?.
Tú, Luis María, has hecho lo posible por evitar el escándalo. Una y otra vez intentaste recuperarla de los brazos del Mal. No ha sido posible. Y ahora, una vez has asumido que tu pequeña está perdida... no te queda sino repudiarla.
Ha sido duro, Luis María, pero no tenías alternativa. Es preferible perder un hijo a que se te vincule, o peor, se te empariente con... un catalanufo, que además ha dado muestras de rojería y separatismo.
En fin, Jose María, te comprendo, yo tambien tengo una hija. Y tampoco desearía que se casara con un indeseable. Mi diferencia contigo estriba en que no me importará su procedencia. Me da igual si es Burgos, Madrid, Pekín o San Francisco. Tan siquiera si es hombre o mujer. ¿Sabes?. Cabronazos los hay en todas partes.
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